Ha sembrado el desconcierto entre amigos, vecinos y aliados. Con los enemigos, un día presume de proximidad y al otro amenaza con holocausto nuclear. Despista a sus conmilitones interiores pensando en su «base» doméstica, alimentada con el odio al extranjero, el desprecio al originario de «agujeros de mierda» y el populismo nacionalista del «America primero». Insulta a la prensa, a los servicios de Inteligencia, a los responsables de la justicia. Hace todo lo posible por desmontar la protección del medio ambiente, la regulación del sistema financiero, la libertad de comercio o la cooperación internacional al desarrollo. Ha rebajado los impuestos a las rentas más altas e incrementado el número de ciudadanos sin cobertura sanitaria. Ha conseguido que su domicilio más que la Casa Blanca sea la de los líos. Presume de ser un «genio estable». Admirador de Putin y Erdogan. Y sin declaración de impuestos conocida. ¿Hay quien dé más?
Por Fígaro.
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