sábado, 25 de agosto de 2018

Fernando III El Santo y la idea de España

San Fernando recibe las llaves de la ciudad del rey Axafat, por Francisco Pacheco. Esta imagen está en el trascoro de la Catedral de Sevilla.

Este mes de junio se ha cumplido el VIII centenario de la proclamación de Fernando III como rey de Castilla. Fernando III, conocido como “el Santo” tras su canonización en el siglo XVII, puede ser considerado como uno de los mejores reyes de la historia de España, tanto por sus gestas militares y visión política, como por su talla moral y espiritual. Un referente del que todo español debiera sentirse orgulloso y tomar ejemplo en estos atribulados tiempos en los que, en contraposición a la idea fernandina de fe, fortaleza y prosperidad en la unión de España, algunos pretenden dividirnos, debilitarnos y desguazar nuestro país.
Las carambolas del destino—muerte de su abuelo, del heredero, el infante don Fernando, y más tarde de Enrique I—quisieron despejar el camino de Fernando al trono. El inmenso talento político de su madre, doña Berenguela, que decidió cederle la Corona para desbaratar la oposición del bando nobiliario encabezado por los Lara, hizo el resto. Así, un buen 14 de junio de 1217, bajo un corpulento olmo en Autillo de Campos, gentes de armas, prelados y magnates alzaron pendones por su nuevo rey, Fernando III de Castilla.
Sueño de San Fernando, por Matías de Arteaga y Alfaro, 1633

Su determinación política y espiritual, de unidad de destino, y la creciente debilidad del imperio almohade condujeron al rey a reanudar las campañas militares y reconquistar Cáceres, Mérida y Badajoz. El fallecimiento de su padre, Alfonso IX de León y, de nuevo, la habilidad política de Berenguela plasmada en la Concordia de Benavente, hicieron que Fernando III recibiera la corona leonesa, unificando Castilla y León de manera definitiva. El buen pulso político-militar del tándem madre-hijo al frente de esta unión, nueva pero antigua, permitió la toma de Úbeda, Córdoba y Murcia, la delimitación de fronteras con Jaime I de Aragón (Tratado del Almizra, 1244), el vasallaje del reino nazarí de Granada y la toma de Jaén, justo antes de la muerte de Berenguela en 1246. A partir de ahí, quedará por siempre en los anales el famoso sitio de Sevilla y la entrada triunfal de Fernando III el 22 de diciembre de 1248 en la ciudad, que rehabilitaría y engrandecería antes de su muerte en 1252.
Don Fernando lo tenía claro, y así se lo comunicó a su padre Alfonso IX de León cuando éste contempló enfrentársele: los reyes cristianos de la Península no debían combatir entre sí, sino al invasor. La gesta de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) que encabezó el abuelo de Fernando, Alfonso VIII, le dio la pauta; el reino de Castilla provenía del de León, que a su vez lo hacía de Asturias, de Pelayo y de la España visigótica. Todos eran uno. El tronco que debía dar recobrada fuerza al árbol, estaba claro en la mente de Fernando.
¿Qué no daríamos hoy en España por un líder político con la visión, determinación y confianza en sus gentes de Fernando III? El rey Santo supo entender que hay que mirar atrás para poder mirar hacia adelante. Entender de dónde venimos para saber a dónde dirigirnos. Pero esto es hoy algo que no está de moda; no vende; no genera “me gusta” ni “retweets”. Y este desconocer, cuando no manipular o sentir vergüenza de nuestro pasado, de la secular empresa común que ha sido y es España, es lo que está carcomiendo nuestra convivencia y poniendo en jaque nuestro porvenir. La indolencia en que nos arrellanamos, oreada desde la Moncloa, permite que cobren vida peligrosas memeces como la de la “plurinacionalidad” o la de la opresión que sufren los catalanes. Porque esos memes sí que venden y tienen menos de 140 caracteres. Qué más da que sean ucronías o mentiras abreviadas.
Pero sí. Sí que importan. Nosotros y nuestros hijos nos jugamos mucho. Los españoles debemos sentirnos tanto orgullosos del papel central que hemos tenido en la historia de la humanidad, como responsables de ese gran legado. Fernando III entendió, como debemos hacerlo de nuevo hoy, que venimos de lejos dándonos la mano, que juntos somos mejores y podemos ir más allá. Las columnas de la historia que enmarcan nuestra vida en común y cimientan nuestra libre, solidaria y plural democracia, deben hacernos recordar quiénes somos y hacernos confiar en lo que nuestro esfuerzo y creatividad nos llevarán a ser. En este 800 aniversario de un momento crucial en nuestra historia, reconquistemos la idea de España.
Por Fígaro. 

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