Si alguien piensa que los cinco meses transcurridos desde las elecciones generales celebradas el 20 de diciembre de 2015 han sido tiempo perdido, se equivoca. Es cierto, no tenemos un nuevo gobierno. No tenemos un “nuevo tiempo político”. Por no tener, no tenemos ni siquiera un cambio radical en la intención de voto de los españoles de cara a la nueva cita electoral del 26 de junio. Pero estos cinco meses no han sido yermos: hemos visto cómo Podemos se ha quitado la careta.
O más bien deberíamos decir caretas, en plural. Las falsas faces que los Hombres Sin Rostro, de la serie “Juego de Tronos” que tanto admira Pablo Iglesias, se ponen y descartan según les conviene (para poder asesinar más fácilmente). Podemos, hemos descubierto, venera al Dios1 de Muchos Rostros que, por lo mismo, no es sino la nada, un peligroso agujero negro.
En el suelo queda, como primer deshecho, la cacareada pretensión de Iglesias de gobernar para todos los españoles. Lo prueba su anuncio, horas después de celebrarse las elecciones del 20-D, de considerar la celebración de un referéndum de independencia en Cataluña como una condición sine qua non, una “línea roja”, de cualquier pacto de gobierno. Lo confirma la ratificación de esta propuesta por parte de “Unidos Podemos” de cara al 26-J. Así, Iglesias señala sin ambages que gobernaría solo para la minoría de españoles que considera algo deseable la posible quiebra del régimen constitucional y de la unidad de España.
Ay, la justificación de la violencia política, la aniquilación del disidente y del inocente, ese santo y seña del comunismo. La careta podemita que rehuía de etiquetas ideológicas y prefería hablar de “los de arriba” y “los de abajo” y de la “nueva” política frente a la “vieja”, también se ha caído. Alberto Garzón, la nueva comparsa electoral de Iglesias, lo ha dejado meridianamente claro: “el comunismo se ha puesto de moda”. Una ideología liberticida que ha dejado decenas de millones de muertos en la historia reciente de la humanidad. Una ideología que los que aún hoy la padecen, hundidos en la pobreza, recordando a un familiar asesinado o padeciendo el trauma de las torturas, desean con toda su alma que se hubiera pasado “de moda”.También ha querido Pablo quitarse la careta de defensor de la dignidad humana. Quizás alguien tuviera dudas y pensara que la multitud de vídeos disponibles en Internet en los que Iglesias ardorosamente defendía a ETA eran montajes. O, simplemente, prefiriera mirar hacia otro lado, o atribuir esas opiniones a delirios juveniles ya pasados. La manera en la que Podemos llevó del brazo a Otegi por el Parlamento europeo en abril, la ausencia de los representantes de Podemos, Izquierda Unida y EH Bildu en los actos en memoria de las víctimas del terrorismo de ETA, o la negativa a sumarse al pacto de Estado contra el yihadismo, revelan que la posición política de Iglesias y compañía en materia de terrorismo está muy clara. Y no está precisamente del lado de la defensa de la dignidad humana.
Descomposición de España, defensa de ETA y promoción del comunismo. Las tres ideas que los Hombres Sin Rostro, arrogantes y envalentonados al no encontrar rival en este gris paisaje político, han tenido a bien revelarnos. “El que tenga ojos, que vea”, “el que tenga oídos, que oiga”.
Por Fígaro.
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