Si en el artículo anterior examinábamos sucintamente la bibliografía en torno a la figura del Carlos III, nos centraremos ahora en su tiempo y en su reinado. Comenzaremos subrayando el rasgo más representativo del borbón: su identificación con el movimiento ilustrado.
Existe cierto consenso académico y popular (sin que falten, por supuesto, voces discrepantes) en que el monarca fue un prototipo de soberano ilustrado. De hecho, numerosas obras han abordado la relación entre el rey y las Luces. Por ejemplo, Antonio Domínguez Ortiz no dudó en titular su trabajo más conocido sobre este período Carlos III y la España de la Ilustración (1988). No fue el único, pues reputados historiadores han asociado al rey con el pensamiento ilustrado: Gonzalo Anes (quien fuera director de la Real Academia de la Historia) publicó en 1987 la obra Carlos III y la Ilustración, 1788-1988; más adelante, la obra colectiva coordinada por Isabel Enciso en 2003 se titulaba Carlos III y su época: la monarquía ilustrada. Asimismo, Vicente Palacio Atard publicaba en 2005 su trabajo, Carlos III, el rey de los ilustrados. Como señalamos en el texto anterior, la gran exposición celebrada para conmemorar el segundo centenario de su muerte se denominó, precisamente, Carlos III y la Ilustración.
Carlos III reinó en España desde 1759 hasta su muerte en 1788. Sin embargo, muchas veces olvidamos que, antes de ceñir la Corona española, había sido rey de Nápoles y Sicilia, casi tanto tiempo como lo sería de nuestro país (de 1734 a 1759). Para conocer este período son imprescindibles los trabajos de Michelangelo Schipa, Il Regno di Napoli al tempo di Carlo di Borbone (1904); de Raffaele Ajello, La vita politica napoletana sotto Carlo di Borbone (1974); de Jesús Urrea Fernández, Carlos III en Italia, 1731-1759: itinerario italiano de un monarca español (1989); de Giuseppe Galasso, En la periferia del imperio: la monarquía hispánica y el Reino de Nápoles (2000); y de Giuseppe Caridi, Carlos III. Un gran rey reformador en Nápoles y España (2015).
Carlos III llegó a Madrid un lluvioso 9 de diciembre de 1759. Su estancia en el reino partenopeo le había permitido adquirir experiencia en los asuntos de gobierno. No era un advenedizo en la política, aunque nunca le llegó a interesar especialmente. Su reinado continuó e impulsó la senda reformista que habían puesto en marcha sus predecesores. Para conocer mejor su labor al frente de la Monarquía Hispánica se puede acudir a las siguientes obras: La España del siglo XVIII (1999) de John Lynch; La Casa de Borbón (1700-1808). Familia, corte y política (2000) de Mª Victoria López-Cordón, María de los Ángeles Pérez Samper, y Mª Teresa Martínez de Sas; Política interior y exterior de los Borbones (2001) de Josep Juan Vidal y Enrique Martínez Ruiz; El Absolutismo y las Luces en el reinado de Carlos III (2002) de Francisco Sánchez-Blanco; El apogeo del Imperio. España y Nueva España en la era de Carlos III, 1759-1789 (2006) de Stanley J. Stein y Barbara H. Steiny; y La España de la Ilustración: la reforma de España (2009) de Roberto Fernández Díaz.
Dos hechos singulares, no obstante, determinaron la política interior del reino a los pocos años de la subida al trono de Carlos III. El primero, el conocido como Motín de Esquilache, tuvo lugar en marzo de 1766 y sus motivos, todavía algo confusos, se atribuyen al hambre, a la liberalización de la venta del grano con la consecuente subida de su precio o a las pugnas políticas en el seno de la Corte. El segundo, la ulterior expulsión de los jesuitas, a quienes se culpó de instigar el motín. Abordan estos sucesos: Los jesuitas y el Motín de Esquilache (1974) de Constancio Eguía Ruiz; Las causas “gravísimas” y secretas de la expulsión de los jesuitas por Carlos III (1994) de Teófanes Egido e Isidoro Pinedo; El motín de Esquilache a la luz de los documentos (1988) de Jacinta Macías Delgado, y El motín contra Esquilache. Crisis y protesta popular en el Madrid del siglo XVIII (2006) de José Miguel López García.
La política exterior, por su parte, estuvo condicionada por dos conflictos de alcance mundial: la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1776-1783). Ambos, que tuvieron como enemigo a Inglaterra, obligaron a España a realizar un considerable esfuerzo militar y financiero, cuyo efecto en la economía nacional fue calamitoso. Si en la primera salimos malparados (pérdidas de Sacramento, Mississippi y Florida), en la segunda se logró reparar la afrenta (recuperación de Florida y Menorca). Otro foco de interés fue la costa del norte de África y el peligro corsario, contra el que se organizó una expedición militar en 1775 a cargo del general O’Reilly que acabó en desastre. Tratan estos acontecimientos: El Tercer Pacto de Familia (1945) de Vicente Palacio Atard; La política marroquí de Carlos III (1946) de Vicente Rodríguez Casado; La ayuda española en la guerra de la independencia norteamericana (1967) de Parker Thomson; Ejército y política en la España de Carlos III (1997) de José Luis Terrón Ponce; El precio de la guerra. El Estado fiscal-militar de Carlos III (1779-1783) (2013) de Rafael Torres Sánchez.
Uno de los grandes aciertos, quizás el más importante, de Carlos III fue rodearse de un grupo de reformistas y políticos de un nivel intelectual pocas veces visto. A pesar de sus diferencias, todos buscaron lo mejor para la nación y su legado todavía se deja sentir hoy. Entre los colaboradores del monarca se hallan: el conde de Campomanes [destacan las biografías colectivas Campomanes en su II Centenario (2003) y Campomanes. Vida, obra y época (2004) y la obra de Vicent Llombart, Campomanes, economista y político de Carlos III (1992)]; el conde de Floridablanca [entre sus biografías sobresalen Los Hombres del despotismo ilustrado en España: El Conde de Floridablanca. Su vida y su obra (1934) de Cayetano Alcázar Molina; La gestión política y el pensamiento reformista del conde de Floridablanca, de Juan Hernández Franco; El conde de Floridablanca y su época (2009) de varios autores; y El Modernizador: una aproximación a Floridablanca (2012) de José Luis Pardos] y el conde de Aranda [recuperamos las obras El Conde de Aranda (1978) de Rafael Olaechea; El Conde de Aranda. Los laberintos del poder (1998) de María-Dolores Albiac Blanco; y El conde de Aranda y su tiempo (2000) de varios autores].
Para concluir, recomendamos dos aproximaciones novedosas al reinado de Carlos III. Por un lado, el intercambio epistolar entre el soberano y quien fuera su principal consejero en Nápoles, Bernardo Tanucci. Las numerosas cartas (reunidas en el volumen Cartas a Tanucci, publicado en 1988) son una de las principales fuentes para conocer el reinado de Carlos III y su visión personal sobre el país que gobernaba. Otro original enfoque son los libros de viaje de autores extranjeros, en especial británicos, quienes ofrecen su particular visión de esta España de finales del siglo XVIII. Destacan títulos como: A journey through Spain in the years 1786 and 1787 de Joseph Townsend; Letters concerning the Spanish Nation: written at Madrid during the Years 1760 and 1761 de Edward Clarke y Travels trough Spain, in the Years 1775 and 1776 de Henry Swinburne.
Por Fígaro.
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