Cuando en los pasados sesenta por aquí se hablaba de modernidad, todavía se podía ocultar bajo los resplandores de su propio nombre y de la ciencia o de la vieja democracia cualquier cosa, y hasta se utilizaron como abracadabras; pero en la vigencia de los tiempo siguientes, nietzscheanos y nihilistas, tanto el horror como la estupidez se aceptan tranquilamente, y hasta como liberación de la losa del pasado con título de tiniebla y opresión.
Hace más de medio siglo que Sir Bertrand Russell, sin duda consciente de las inmensas proporciones que tomaría la gran manipulación de las inteligencias y las conciencias, o ingeniería del alma, que ya por entonces era soberana, dijo aquello de que, si le daban una sociedad con bienestar económico, en muy poco tiempo lograría hacerla creer que los pollos se asan en la nevera, y se congelan en el horno. Y bien pudo chocar entonces tal afirmación incluso como figura retórica, pero no en esta hora cuando ya sabemos que veintisiete pueden ser más que veintiocho, si conviene a “la praxis”, el Holocausto de miles de vidas humanas, si no se las llama humanas y ello conviene a la especie.
Así que, puestos como ya estamos en el camino de la humillación de la razón, se puede llegar adonde plazca a los señores de este mundo, y las mentes de las gentes pueden ser ampliadas con mera necedad, o sustituidas por mentes artificiales ante las que se muestra una absoluta adoración.
Pero, como ya sabía muy bien el señor Dostoievski, y lo practicarían el señor Lenin y el señor Hitler, liquidando por lo pronto la antigua cultura, especialmente judeo-cristiana, y luego nuestro yo, todo queda abierto al adoctrinamiento del dios Estado. Y, desgraciadamente, en este asunto las democracias parecen escaso valladar y pueden ser arrolladas, una vez más, por las tiranías. Ya he recordado más de una vez la predicción de Romano Guardini de que se repetiría lo ocurrido en la Alemania nazi, o en la Rusia sovietizada, “quizá de modo más destructivo, por estar disfrazado de razonabilidad y humanidad” y por lo tanto sin ocultamientos y convirtiendo el crimen en derecho.
En aquel tiempo todavía se ocultaban estupidez y horror, entre otras razones porque se sabía que horror y estupidez serían reconocidos y podían resistirse y rechazarse, como efectivamente ocurrió. Pero, cuando la manipulación de los cerebros y las sensibilidades ya ha comenzado a tener una cierta entidad, el triunfo del Amo hacia el que todo esto se encamina será ansiosamente recibido como liberador.
La revolución francesa creyó haber sepultado para siempre la tiranía y la esclavitud, y nadie podría imaginar que de las entrañas de dos grandes repúblicas, que habían derribado el poder de dos seculares reinos, naciesen los imperios de iniquidad y de muerte, el nacionalsocialismo y el socialismo real, que superarían -en un tiempo récord, con cifras astronómicas, y la perversión mental y de lenguaje que causaron y siguen causando- a todos los criminales de la Historia. Y ahora nosotros tendremos que inventar un mundo, por lo menos sin las siniestras huellas de la ideología, “la semilla del diablo” que decía Leszek Kolakowski.
Por Fígaro.
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