domingo, 30 de septiembre de 2018

El Club Toqueville



El Club Tocqueville emprendió el pasado mes de abril su trayectoria desde el horizonte constitucional de una Cataluña autonómica, copartícipe de las propuestas regeneradoras por una España con presencia de primera línea en la Unión Europea. Defendemos la nobleza de la política y la necesidad de una metapolítica. Apostamos por una ambición de excelencia intelectual que favorezca el intercambio de ideas y no la confrontación de identidades, la prosperidad y no la incertidumbre económica, la seguridad jurídica y no la ruptura, un sistema de opinión que corresponda a una sociedad compleja y no al reduccionismo populista. Defendemos el sentido de pertenencia frente a los instintos de exclusión, el “fair play” del discurso público frente a la distorsión. Como decía Alexis de Tocqueville, es más fácil aceptar una simple mentira que una verdad compleja.
El Club Tocqueville sostiene que Cataluña es parte sustantiva de España. Porque esto no es un juego de suma cero, es decir que siempre hay uno que pierde y uno que gana. Más claro: mantenemos que aquello que es bueno para Cataluña es bueno para España y a la vez aquello que es bueno para España es bueno para Cataluña, desde el progreso económico a una Unión Europea fuerte, desde una historia de siglos a una ancha diversidad que la Constitución ampara. Los beneficios en común han superado y superan siempre los agravios –reales o imaginarios-, las fricciones o las desavenencias. Propugnamos una sociedad catalana estable, plural, bilingüe, abierta, cohesiva y transparente.
Operativamente, el Club Tocqueville se ha propuesto actuar como un “think tank” y a la vez ser una plataforma pública para el debate civil, para la gran apuesta de la marca Barcelona, por una Cataluña en el conjunto de España en conexión consustancial con los valores de la europeidad y la continuidad de Occidente. Y sin una genuina actuación de la sociedad civil catalana, sin la iniciativa articulada de los ciudadanos, de los ciudadanos de Cataluña –como dijo Josep Tarradellas-, un debilitamiento colectivo echa a perder las energías y la voluntad de bien común, el equilibrio entre individuo y comunidad. En definitiva, queremos contribuir a las reflexiones de la sociedad catalana sobre los dilemas del siglo XXI y sobre las grandes estrategias de una sociedad avanzada en el marco de la monarquía parlamentaria y del Estado de Derecho.
Vivimos tiempos confusos, días –politicamente, institucionalmente- convulsos, peligrosos, irresponsables. Por eso, un grupo de constitucionalistas, historiadores, economistas, filósofos del Derecho y escritores constituimos el Club Tocqueville con la finalidad no de atacar si no construir, de ofrecer ideas positivas a la sociedad catalana, renovar el lenguaje de la vida pública. Dados los desperfectos políticos, cívicos y económicos del proceso independentista, urge reflexionar en voz alta sobre los problemas, dilemas y conflictos reales de Cataluña, de la Cataluña real. Es decir: ofrecer a la sociedad catalana –por ejemplo, a una Barcelona que pierde empuje- elementos que nos puedan hacer superar estos últimos años. Y desde la realidad hispánica, constitucional y autonomista de Cataluña, afrontar con rigor y eficacia las cuestiones de nuestro tiempo, un mundo global que va de crisis en crisis.
En la medida de nuestras capacidades, querríamos contribuir a retomar el tono autocrítico de una sociedad catalana que necesita horizontes claros, fiables, coherentes. Acabemos con una política que enturbia cada vez más la vida pública y genera intolerancia. Busquemos apuestas razonables. Ahora mismo, es imprescindible contrarrestar toda una trama de asociaciones espurias que, con dinero público, son elementos de propaganda que apelan abiertamente a transgredir la ley. También es necesario garantizar el pluralismo de los medios públicos, proveedores de tanta información sesgada. Por eso queremos ayudar a persuadir a la sociedad catalana, hoy a menudo desconcertada, de los valores y ventajas de la vigencia constitucional por contraste con la pesadilla de la ruptura. Tocqueville criticaba los sistemas absolutos que quieren interpretar la Historia como si fuera una cadena fatal. Esto es aplicable a la versión victimista, absoluta y determinista de una Cataluña que sería redimida de todo mal proclamándose república independiente.
Por Fígaro. 

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