La que habia sido Macedonia yugoslava y tras la desaparición de Yugoeslavia convertida en una sigla, ARYM, que quería decir Antigua República Yugoeslava de Macedonia, y llevaba años penosamente esperando que Grecia conviniera en un arreglo que le permitiera participar en plenitud de derechos y obligaciones en las instituciones europeas y occidentales, finalmente tiene un nombre, Macedonia del Norte. Y la titánica tarea ha sido posible por la voluntad de entendimiento y la capacidad negociadora de los dos respectivos primeros ministros Alexis Tsipras y Zoran Zaev. Ambos han sabido comprender la trascendencia nacional e internacional del trance y actuado con una visión de futuro que merece reconocimiento y parabién. Un gran ejemplo.
No han estado los primeros ministros solos en su tarea ni exentos de presiones y consejos. La ONU, la UE, la OTAN, han jugado un importante papel de amistosa composición y abierto empuje para resolver un tema que estaba emponzoñando gravemente las relaciones entre los dos países, cercenando la estabilidad de los hoy macedonios del Norte y contribuyendo gravemente a profundizar en la incertidumbre de los Balcanes. Pero además tanto Tsipras como Zaev han tenido que enfrentarse a los nacionalistas de sus respectivos bandos, como de costumbre solo empeñados en la radicalización de sus reivindicaciones: para unos y para otros Macedonia se entendía como una entidad privativa que no admitía repartos ni componendas. Ni siquiera nominales.
Y además de hacer frente a los nacionalistas ha sido necesario desactivar la perniciosa mano de Moscú, que bajo el neo zarismo putinesco aspiraba a evitar que la UE y la OTAN ampliaran el número de sus miembros. Con uno, además, cuya mayoría profesa la religión cristiano-ortodoxa.
El futuro, como de costumbre, no está escrito y posiblemente encuentre otro número de dificultades. Pero hoy el nacimiento en Europa de un país llamado Macedonia del Norte es una buena noticia. Y como tal conviene celebrarla.
Fígaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario