Poca gente en España sabría decir quién es Laurent Lafforgue, sin embargo, su nombre es bien conocido entre los científicos de todo el mundo. En el año 2002, Lafforgue fue galardonado con la Medalla Fields, el mayor galardón internacional que se ha creado para reconocer el valor de un descubrimiento hecho por un matemático que no haya cumplido los 40 años. Con este premio, que se considera equivalente al Nobel de Matemáticas, Lafforgue quedó incorporado en el selecto grupo de los mejores matemáticos del mundo.
Laurent nació el 6 de noviembre de 1966, en Antony, una comuna de la región de L’Île de France, situada en las proximidades de París. Cursó la enseñanza primaria en la escuela Jules Ferry y la secundaria en el liceo Descartes, ambos centros públicos de su pueblo natal. Fue un magnífico estudiante que desde sus primeros años destacó en las disciplinas científicas. En la Olimpiada Internacional de Matemáticas, donde cada año se dan cita los estudiantes de bachillerato del mundo que más han destacado en esta disciplina, fue medalla de plata dos veces, en 1984 y en 1985.
Terminado el su bachillerato, Laurent se trasladó a París para asistir, en el liceo Louis le Grand de esta capital, a las clases preparatorias de ingreso en las Grandes Écoles, que son las instituciones que los franceses conservan para la formación de sus élites y a las que se accede sólo después de superar unas muy exigentes pruebas.Cursó Matemáticas en la École Normale Supérieure de Paris. Una vez realizada su tesis doctoral en el campo de la Aritmética y Geometría algebraicase convirtió en investigador del prestigioso Centre National de Recherche Scientifique (CNRS). Laurent tiene dos hermanos menores, Thomas (1970) y Vincent (1974), ambos también ex alumnos de Matemáticas de l’École NormaleSupérieurede Paris. Los hermanos Lafforgue son un producto puro de la escuela republicana francesa, exigente, meritocrática, selectiva y motor del ascenso social. Así suele decirlo Laurent, que no se considera a sí mismo un genio, sino un alumno bueno que ha recibido una magnífica enseñanza y ha tenido unos excelentes profesores.
En el año 2004 Laurent Lafforgue fue elegido miembro de la Academia de Ciencias francesa. Su condición de académico le permitió profundizar en las causas de lo que él consideraba el declive de la enseñanza de las disciplinas científicas en Francia. Junto con otros seis académicos, el físicoRoger Baliany los matemáticos, Jean-Michel Bismut, Alain Connes, Jean-Pierre Demailly, Pierre Lelong y Jean-Pierre Serre, elaboraron un documento, “Los saberes fundamentales al servicio del futuro científico y técnico y cómo recuperar su enseñanza”, en el que señalaban las deficiencias del sistema de enseñanza y ofrecían ideas para cambiar la que consideraban dirección “autodestructiva” de la enseñanza francesa.
Los autores de aquel documento, entre las razones que les habían llevado a comprometerse con la educación, señalaban las siguientes:
“Sin la Escuela, Francia no tendría científicos, ni ingenieros, ni escritores, ni profesores, ni cultura, ni tecnología. Sin la Escuela nosotros no seríamos nada de lo que somos hoy (…) Por eso queremos que todos los niños puedan seguir beneficiándose de lo que nosotros nos beneficiamos un día”.
“La Nación debe reafirmar que el papel principal de la Escuela y su razón de ser son la instrucción, la transmisión de los saberes fundamentales y el desarrollo de las capacidades intelectuales de niños y jóvenes”.
“Creemos que la mejor manera de asegurar la igualdad de oportunidades sería proponer en todas las escuelas de Francia una enseñanza de gran calidad, es decir, en las que hubiera la misma exigencia, en la que se respetara la autoridad del profesor, en la que todos los alumnos tuvieran la oportunidad de ascender por su mérito y su trabajo. (…) En aras a lograr la igualdad de oportunidades, no se debe rebajar el nivel de exigencia en los centros de barrios desfavorecidos”.
“Un niño que aprende no quita nada a ningún otro. Por ello jamás debería ser invocado el principio de igualdad para reducir los programas y los niveles de exigencia”.
El documento, como cuaderno para el debate, fue publicado por la Fundación por la Innovación Política, un think tank francés creado en 2004 y que se define como “liberal, progresista y europeo”. A juzgar por el revuelo mediático que aquel texto levantó en su día, se diría que la opinión de los académicos había hecho mella en el pensamiento “pedagógicamente correcto” que, como denunciaba entonces Lafforgue, dominaba el mundo de la educación francesa.
A raíz de su implicación en cuestiones relacionadas con la educación, Lafforgue fue invitado a integrar el Haut Conseil de l’Éducation (Consejo Superior de Educación), un organismo consultivo creado en 2005 por el entonces Ministro de Educación Nacional, François Fillon para revisar los programas escolares. Dos días después de su nombramiento, Lafforgue fue obligado a dimitir. Su postura resultaba demasiado “intransigente” para formar parte de un Consejo cuya finalidad era llegar a “amplios consensos”.
Lo que había ocurrido es que, al enterarse Lafforgue de que el Consejo contaría con inspectores y responsables de la administración educativa para formar un grupo de “expertos de la Educación Nacional”, envió un correo al presidente del Consejo diciéndole que eso era “como si estuviéramos en un Consejo de Derechos Humanos y llamáramos a los jemeres rojos para constituir un grupo de expertos para la promoción de los derechos humanos”. El correo, que era confidencial, debió de llegar a manos de algún alto cargo del Ministerio de Educación que exigió el cese inmediato del eminente matemático.
Aquel documento sobre los saberes fundamentales inspirado por Laurent Laforgue tiene ya casi quince años y, sin embargo, todos los problemas que aquellos siete científicos denunciaron entonces siguen hoy sin ser resueltos, ni en Francia ni en casi ninguno de los países occidentales, incluida España.
Hace poco más de un año, el Ministro de Educación Nacional del gobierno de Emmanuel Macron, Jean-Michel Blanquer, anunció las medidas que estaba preparando para acabar con el “pedagogismo” y el “igualitarismo” que, en su opinión, desde Mayo del 68 dominan el mundo de la educación. Curiosamente, las reformas que anunció entonces Blanquer y que hoy se están implantando en Francia coinciden casi línea por línea con las que Lafforgue y los otros seis académicos expusieron en su documento, “Los saberes fundamentales al servicio del futuro científico y técnico y cómo recuperar su enseñanza”.
Y es que el Presidente de la República Francesa ha hecho una fuerte apuesta por la educación. Quiere frenar el declive en el que ha entrado la Escuela, y quiere hacerlo recuperando el objetivo de elevar el nivel cultural de la población para el que fue creada, así como reestablecer sus valores tradicionales de exigencia, esfuerzo y reconocimiento del mérito.
Para desgracia de España, el proyecto educativo de Macron está en las antípodas del que acaba de presentar Isabel Celáa, Ministra de Educación y portavoz del gobierno de Pedro Sánchez. Celáa ha dejado bien claro que los socialistas españoles no están dispuestos a renunciar a su doctrina igualitaria ni a su dogmatismo pedagógico, por mucho que los hechos y los datos de las evaluaciones internacionales sitúen a España en el pelotón de cola de la Unión Europea.
Por Fígaro.
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