viernes, 7 de diciembre de 2018

La Nación no se toca


Si algo han dejado claro las elecciones andaluzas es que la deslealtad con el orden constitucional tiene consecuencias electorales. Visto con perspectiva, el PSOE no ha dejado de debilitarse desde que se embarcó en el Pacto del Tinell junto a nacionalistas y populistas. Alianza, conviene recordarlo, que contó con el beneplácito de Felipe González, quien últimamente ha renovado su fe en la Constitución y aceptado que no hay democracia sin alternancia en el poder.
El actual presidente de Gobierno dio un paso más en la deriva nacionalista y populista iniciada por Zapatero. Lo que empezó con Manuela Carmena en Madrid y con Ada Colau en Barcelona alcanzó su cénit en la moción de censura de Pedro Sánchez, en convergencia con quienes han atacado y quieren liquidar la Constitución de 1978 y los fundamentos de nuestra monarquía parlamentaria.
El PSOE está recogiendo lo que ha sembrado. Su deslealtad con España y la connivencia con independentistas, comunistas y filoeterras han supuesto la puntilla para cuatro décadas de corrupción e incompetencia de la Junta de Andalucía bajo Gobierno socialista. El mensaje es rotundo: la Nación no se toca.
La voluntad de cambio también es innegable. Los andaluces, como el resto de sus compatriotas, quieren más libertad, más oportunidades y más España. El Partido Popular ha hecho lo que se esperaba de su nuevo presidente nacional que ha salvado del descalabro al candidato andaluz: reivindicar las ideas liberal-conservadoras sin complejos desde ese balcón que lo mismo está en Tarragona, que en Toledo, que en Jaén.
Vox, por su parte, ha roto los esquemas políticos que atenazaban los discursos de todos los partidos. Será importante comprobar cómo evoluciona esta formación dentro de las instituciones y cómo gestionará su nueva popularidad en el maratón electoral de 2019. Su firme defensa de la unidad de España se presenta como su mejor activo ante el desafío secesionista, antisistema y golpista que continuará poniendo a prueba la solidez de nuestra Nación y de nuestro Estado de derecho. A su vez, esta irrupción desvela una cuestión no menor: el palpable agotamiento de una parte del electorado ante la imposición de determinados discursos públicos que no persiguen otro objeto que cuartear la sociedad española en “colectivos” artificialmente enfrentados entre sí.
Ciudadanos ha crecido notablemente obteniendo un buen resultado, pero muy lejos del sorpasso con el que soñaba e insuficiente para elevar a su candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía. La formación de Albert Rivera, más allá de su firmeza frente al separatismo, sigue abrazando la indefinición política como seña de identidad, lo que antes o después le puede suponer un coste. Y la administración que haga de su fuerza parlamentaria a la hora de conformar un nuevo gobierno en Andalucía va a ser determinante para sus expectativas electorales a nivel nacional.
Si buena es la emergencia de una derecha liberal-conservadora reafirmada en sus postulados, no lo es menos el hundimiento de Podemos. Un signo de que la mayoría de la sociedad española no va a permitir al partido de Pablo Iglesias asaltar ningún cielo, ni el de Sevilla ni el de Madrid. Y una prueba más de que un discurso desacomplejado en defensa de las ideas liberales y conservadoras y de la unidad de la Nación, no sólo no resta votos, sino que rompe hegemonías donde menos se espera.
Unir al centro-derecha bajo una alternativa política capaz de formar gobiernos sólidos no es una tarea menor. Bien al contrario, articular esta “casa común”es una labor que exige un análisis profundo de lo que ha sucedido en dicho espacio, así como entender las transformaciones que se están produciendo tanto en el imaginario social como en el ámbito de los hábitos y expectativas creadas o frustradas.
El Partido Popular, Ciudadanos y Vox tienen ahora la ineludible responsabilidad de alcanzar un acuerdo que convierta la victoria del centro y la derecha en Andalucía en el paso previo para alcanzar el Gobierno de la Nación e implementar un programa de reformas que garantice el fortalecimiento institucional, la prosperidad económica y la cohesión social y territorial que España necesita.
Por Fígaro. 

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