En el ecuador se libra una pugna de poder en unas condiciones de visibilidad internacional sin precedente. En la era de la desinformación, sin embargo, es cada vez más complicado distinguir las voluntades ocultas de los actores internacionales. En este tablero llamado Venezuela juegan todos: el continente Sudamericano en su totalidad, la Unión Europea, China, Rusia y Estados Unidos. Los dos últimos parecen estar reactivando antiguas rencillas en el Caribe, geografía que no les es desconocida. ¿Estamos ante el inicio de una nueva “guerra cálida”?
El levantamiento social devenido en Venezuela en los últimos años responde a décadas de mala gestión y corrupción de la revolución bolivariana, así como al descenso del precio del crudo, la mayor fuente de ingresos del país, que han abocado a la nación a una crisis humanitaria sin precedentes. Millones de venezolanos se han visto obligados a emprender un éxodo de su tierra natal ante la imposibilidad de alimentar a sus familias. La tremenda desconfianza del capital extranjero para hacer negocios en Venezuela, unida a una creciente e inmanejable inflación que ahoga las importaciones, ha puesto la soga alrededor del cuello de Maduro.
En este contexto, la clave la tiene el sector petrolero. El 49,9% del mayor activo venezolano en suelo extranjero, Citgo, está comprometido como garantía a Rosneft—compañía petrolera estandarte de Rusia, principal acreedor y socio de PDVSA (Petróleos de Venezuela, S.A.), y socio minoritario de PDVSA en la explotación de numerosos proyectos en la Faja petrolífera del Orinoco—por un préstamo realizado en 2016. Citgo, adquirida por PDVSA en 1980, es una refinería basada en suelo estadounidense y con importante presencia en el país americano.
El presidente Trump ha liderado el reconocimiento internacional de Juan Guaidó como legítimo presidente del país bolivariano, pero este no ha sido su único movimiento para ahogar el régimen de Maduro. La administración americana ha emitido sanciones que impiden a Citgo repatriar efectivo o crudo refinado a Venezuela, consignándolos en una cuenta en Estados Unidos cuyo acceso queda reservado a Guaidó. Además, también ha prohibido la compra de deuda venezolana en el mercado primario o secundario; congelado los bienes personales de numerosos altos cargos del régimen en el proceso; y a instituciones financieras extranjeras que faciliten operaciones que beneficien al gobierno de Nicolás Maduro.
Rusia, por su parte, ha sido capaz de invertir importantes sumas de capital en el país caribeño, convirtiéndose en el segundo mayor acreedor, sólo sobrepasado por China. De acuerdo con Reuters, estas inversiones suman cerca de 17.000 millones de dólares en préstamos y líneas de crédito. Destacan operaciones de financiación y refinanciación de la deuda soberana, préstamos para la compraventa de armamento y provisiones básicas (grano), participaciones conjuntas en entidades bancarias y, por último, la relación de Rosneft con PDVSA.
La verdadera pregunta es cómo pretende Estados Unidos sortear el hecho de que ahogando el régimen de Maduro está precipitando la caída económica de Venezuela en brazos de Rusia, que ejecutará las garantías que tiene sobre los distintos activos venezolanos. Algo es seguro, si la administración de Trump se convierte en el interlocutor internacional de confianza del ejecutivo venezolano, ostentará una posición significativamente mejor que la actual para hacerlo.
Citgo tiene potencial de convertirse en el núcleo del conflicto ruso-americano, dado que los primeros buscarán hacerse con una participación de control que garantizaría su acceso al corredor energético americano, mientras que los segundos probablemente tratarán de impedirlo alegando riesgo para la seguridad nacional.
Desde el punto de vista geoestratégico, el apoyo al régimen venezolano ha reforzado la presencia rusa en el Caribe, solidificando las relaciones institucionales y comerciales con países vecinos como Cuba, con quien ha acordado la provisión de crudo tras el descenso de influjo proveniente de Venezuela, y ha extendido nuevas líneas de crédito por valor de 50 millones para la adquisición de armamento en los últimos años.
Trump no parece tener intenciones de aliviar el cerco al eje de poder del Kremlin en Venezuela pese al riesgo que existe. Parece que no descansará hasta que el régimen de Maduro caiga, con la esperanza de que cuando el país esté en manos de su aliado Guaidó, cuente con el ejecutivo venezolano para defender sus intereses frente a los rusos y le ayude a ganar esta “guerra cálida”.
Por Fígaro.
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