Las encuestas electorales no son fiables. Aun así, hay que reconocer que muestran una preocupante—y poco habitual—unanimidad: el PSOE sería la fuerza más votada el 28 de abril, con unos 130 escaños según el promedio de los diferentes sondeos. El PP obtendría alrededor de 85 escaños; Ciudadanos, 55; Podemos, 36; y VOX, 24. Hors catégorie aparecía al principio de esta semana el CIS de Tezanos otorgando mayoría absoluta a la combinación PSOE-Podemos y hundiendo al PP.
Afortunadamente, como señalábamos, existen sobradas razones para cuestionar la capacidad predictiva de los “demóscopos”: desde las que parten de la experiencia (elecciones andaluzas, Trump, Brexit y un largo etcétera), hasta las que se centran en factores con gran capacidad para alterar los resultados finales de estas elecciones (indecisos, edad media del votante, alta o baja participación, voto oculto, antiguos abstencionistas ahora movilizados, sorpresas durante la campaña o jóvenes que votan por primera vez, entre otros), pasando por los ya habituales intentos de manipulación de la opinión pública. Lo que está claro es que nunca en la historia de nuestra democracia se conjugaron tantas variables, en un marco político tan fragmentado, para elegir un gobierno que haga frente a un reto tan inmenso como el que los enemigos de España plantean. Puesto que la supervivencia de nuestro país está en juego, lo prudente es admitir que cualquier cosa puede pasar el 28 de abril.
Estas consideraciones, que si pecan de voluntaristas es únicamente por la confianza que tenemos en los españoles, no debieran llamar a la complacencia. En el inicio oficial de la campaña electoral, el bloque de partidos que forman PP, C’s y VOX, que llamaremos constitucionalista por ser los únicos que han descartado pactar con fuerzas políticas separatistas y tendientes a subvertir nuestro régimen de derechos y libertades, debe tener hoy tres puntos claros si aspira a la victoria.
En primer lugar, y tras los tanteos y errores cometidos desde la convocatoria electoral, el bloque de centro-derecha debe concentrar todas sus energías en doblegar a su verdadero rival, el PSOE. Casado, Rivera y Abascal tienen que estar a la altura de la crítica encrucijada histórica en la que nos encontramos. No sería siquiera necesario alinear estrategias o formar equipos conjuntos, ya habrá tiempo para ello—y ese es el deseo de Floridablanca—tras las elecciones, pero sí lo es el tener un objetivo político común.
Lo cual nos lleva a nuestro segundo punto: a pesar de que el paso por la Moncloa de Sánchez ha sido breve, la catástrofe ha sido tal que ha generado munición suficiente para que los tres partidos constitucionalistas puedan abrir los ojos a muchísimos electores si centran el tiro. Así, la iniciativa en la proposición de los temas a debate en la campaña electoral debe ser del centro-derecha y girar inmisericordemente en torno a las indignas alianzas que Sánchez ha trabado con separatistas, “bilduetarras” y comunistas bolivarianos. Desde las 21 medidas pactadas con Quim Torra en diciembre, hasta el supuesto acuerdo para la celebración de un referéndum anticonstitucional si el PSOE necesita de los separatistas para gobernar, pasando por la promesa a PNV y Bildu de transferir más competencias al País Vasco, los límites morales de Sánchez, si es que los tuvo, parecen haber desaparecido. Sánchez, recordemos, el mismo candidato que en 2015 acusó a Rajoy de “no ser decente”.
A ello se ha de añadir la alargada sombra del retorno a la crisis que se cierne sobre la economía española gracias, entre otros factores, a los viernes antisociales del gobierno. El Banco de España prevé un magro crecimiento del 2.2% del PIB en 2019 hasta llegar al 1.7% en 2021; muy por debajo del nivel necesario para hacer frente a una tasa de desempleo que el FMI augura quedará estancada entorno al 15-14% en los próximos años, para reducir el ingente riesgo que supone tener el mayor déficit de la UE y una deuda pública del 100% del PIBy para financiar el coste de las pensiones, que se sitúa ya por encima del 41% del gasto público total (más de 9000 millones al mes). En nueve meses de gobierno socialista, el consumo de los hogares españoles se ha rebajado a la mitad y la tasa media de ahorro continúa en mínimos—apenas un 5,1% de la renta disponible, cinco puntos por debajo de la media europea—. Las expectativas de los empresarios son las peores desde 2016, los cierres se suceden y la industria ha entrado en recesión tras cinco años de crecimiento. Sánchez, contra las advertencias lanzadas por expertos y organismos internacionales de todo tipo, se ha dedicado a poner continuos obstáculos a la generación de riqueza y empleo impulsando medidas populistas como la histórica subida del salario mínimo interprofesional y el aumento de las cotizaciones sociales, que dispararán el desempleo y reducirán la oferta de trabajo ante el pronunciado encarecimiento de los costes laborales. Ya hay casi 100.000 parados más que cuando Sánchez llegó a la Moncloa.
Si a ello añadimos los 32 decretazos “urgentes” en 9 meses, el Falcon, el revanchismo guerracivilista, la supuesta tesis doctoral de Sánchez, la politización indiscriminada de organismos del Estado (véase el referido CIS o RTVE), la ininterrumpida lluvia de escándalos ministeriales, el efecto llamada de la buenista e incoherente política inmigratoria del gobierno (en noviembre de 2018 la cifra de inmigrantes era el triple que la del año anterior, según el Ministerio del Interior), la letal contrarreforma educativa, lo que se está descubriendo bajo las alfombras del palacio de San Telmo… la lista de argumentos a disposición de la oposición parece no tener fin.
En tercer lugar, los partidos del bloque constitucionalista deben tomar la iniciativa propositiva. Deben exponer los principios generales que les guían y 10 o 12 medidas estrella de sus programas electorales. La simplicidad y brevedad de las ideas y mensajes, así como un innovador uso de los medios de comunicación y campañas en redes sociales, deben en paralelo combinarse con el profesionalismo y rigor de sus programas electorales, muestra y garantía de capacidad de gobierno y gestión, de alternativa.
Al contemplar el amplio espectro político que va del centro a la derecha es lógico encontrar posiciones maximalistas, ocurrencias o medidas que solo busquen titulares. Ello no debiera sin embargo hacer a PP, C’s y VOX, por un ansia de diferenciarse, centrar sus discursos en lo accesorio en lugar de lo importante. Aunque exista alguna discrepancia significativa, como su aproximación al derecho a la vida, es en el común denominador de los tres partidos donde verdaderamente reside su fuerza: España, la defensa de la libertad individual y la igualdad, y el imperio de la ley como garantía de nuestra convivencia y prosperidad. De esta base parten políticas clave para nuestro futuro, también compartidas, por muchos matices que se introduzcan: defensa de la propiedad privada y la creación de empleo, reducción de la injerencia del Estado en nuestras vidas, cohesión social y solidaridad, libertad educativa, y reducciones de impuestos y del gasto público, entre otras.
Estos son los principios y políticas que siempre hemos defendido en Floridablanca y que esperamos que guíen al próximo gobierno de España. Con encuestas o sin ellas, el partido no se acaba hasta que se termina.
Por Fígaro y Red Floridablanca.